¡Anatomía del MTB, episodio 2! Para esta nueva parte de nuestra serie que explora en profundidad algunos temas muy específicos, nos interesamos por las entrañas de un freno, preferentemente de disco hidráulico. Sí, porque si a veces hablamos del número de pistones o del tamaño del disco, rara vez detallamos cómo funcionan, y sin embargo, hay mucho que hacer. Cilindro maestro, funcionamiento del depósito de expansión, relación hidráulica o mecánica, importancia de las juntas, palancas, te lo contamos todo:

Los frenos de disco hidráulicos son una parte indispensable de nuestras bicicletas. Los frenos de disco tuvieron sus días de gloria en los 90, como los hidráulicos Magura HS33 (¡todavía hoy en el catálogo!) utilizados por el estadounidense Shaun Palmer en la mítica e intensa M1, pero nadie, hoy en día, imaginaría una bicicleta de montaña sin frenos de disco hidráulicos.

Es difícil saber quién comercializó realmente el primer freno de disco hidráulico. Sin embargo, sabemos que la Fórmula presentó su primer modelo, entonces con circuito cerrado (sin depósito de expansión) en 1987. No fue hasta 1993 cuando los italianos cambiaron a un circuito abierto, como el que se utiliza hoy en día. Al año siguiente, en la Eurobike, Hope presentó un nuevo freno y anunció que abandonaría progresivamente el cable en favor del aceite.
Desde finales de los años 90, muchas marcas han desarrollado sus propios modelos: Sram, Shimano, TRP, Magura, Trickstuff, Hayes, Braking o Radic, por citar algunas. Aunque el mercado está claramente dominado por los dos gigantes americanos y japoneses, hoy en día existe una amplia oferta y no siempre es fácil decidir qué modelo elegir cuando se quiere mejorar el rendimiento del sistema de frenado.

Para ello, tomarse unos minutos para entender cómo unas gotas de aceite nos permiten volver enteros de cada salida no es mala idea…